Dos palabras y el corazón se para,
el alma se arranca por bulerías,
el pulso se torna compás.
Dos palabras... y que valen más
que mil sueños, que mil cábalas,
que saben a dulce de leche.
Dos palabras que secan lo que
mil pañuelos no pueden...
cambian lagrima por rocío.
Dos palabras de color violeta,
como el atardecer y el amanecer,
como la luna que me imagino.
Dos palabras y todo cambia, y nada cambia, y todo fluye, y todo queda...
Gracias por esas dos palabras que me guardo mi cajón de las cosas tiernas hasta la eternidad.
lunes, 21 de julio de 2008
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