lunes, 26 de marzo de 2007

en el quicio...


Todos los caminos llevan a Roma

y yo solo quiero llegar al quicio de

las cosas tiernas.


Quiero llegar a la esquina

donde deshojabamos la flor

de mi niñez.


Subiré la cuesta de las verdades

que me crecen en la copa

del espíritu.


Pagaré cada deuda de amor

con mi verso enredado en la hiedra

del alma.


Cambiaré deprisa de acera

para buscar el sol en cada paseo

nocturno.


Pensaré en cada día futuro y me olvidare de lo que está por venir y el presente sera el recuerdo de lo pasado que ya ha sucedido todavía... en Roma o en el quicio de las cosas tiernas..


4 comentarios:

Lol V.Stein dijo...

Las cosas tiernas..

Esas son las que merecen la pena cuando recapitulamos, si miras al futuro con esa óptica y esperas de él esas cosas que te sacien el espíritu.. el pasado, presente y futuro no serán más que una sola cosa, la suma de todas esas cosas tiernas que deseas..

bss

teatro, danza, música... dijo...

cuanto me gusta recibirte en mi cada lol...siempre tienes cosas tiernas para mi.

gracias amiga

Anónimo dijo...

Me parece un articulo muy bonito,felicidades!!

DYA L'ALACANTÍ dijo...

Ser tiernos es ser suaves, blandos, delicados, cálidos, amorosos. La ternura es lo contrario de la dureza de la inflexibilidad. Quienes se atrincheran en la dureza, se privan de la hermosa oportunidad de dar y recibir afecto. La ternura atrae, encanta, afirma, fortalece.

La ternura se regala en la mirada, en el tono el tono empleado para solicitar un favor, en el saludo, en la manera de estrechar una mano y hasta en la manera de dirigirnos a la persona que nos atiende en el restaurante. También podemos prodigar ternura en situaciones en las que sería más fácil recurrir a la dureza, como por ejemplo cuando tenemos que corregir a alguien. Ella desaparece, eso sí, cada vez que permitimos que el orgullo o la impaciencia nos dominen.

La ternura es privilegio de aquellos que se atreven a abrir el corazón, de aquellos que no temen ser vulnerables; por eso es patrimonio de las alma claras. Los niños educados con amor son casi siempre tiernos, al igual que las personas de edad avanzada que han vivido activa y plenamente.

Siempre he pensado que uno de los ingredientes del amor es una sustancia llamada ternura. Una buena dosis de ella le da una dimensión más amplia y significativa al encuentro amoroso. La ternura y la pasión forman una mezcla que nutre, refresca y renueva la relación entre las personas que se aman. La pasión sola se extingue fácilmente, en tanto que la ternura depende menos de fluctuaciones anímicas, sobreviene el envejecimiento del cuerpo y le da juventud al alma.

La ternura es una cualidad que puede ser cultivada y mejorada conscientemente. Ser tiernos es una determinación que podemos tomar, y una decisión que implica riesgos; es decidirnos a amar y a ofrendarnos sin recelos ni temores. Para ser tiernos basta, en el fondo, con ser nosotros mismos.

Luis Gaviria Vélez